El Contrabajo

El contrabajo es el instrumento más grande de la familia de instrumentos de cuerda y, por lo tanto, el de sonido más profundo y grave de esta familia. No deriva exactamente del violín, como podría creerse por su parecido, sino de la combinación de instrumentos de la familia de la viola da gamba y de la viola da braccio. Estas dos familias nacieron a principios del siglo XVI, y con el paso del tiempo surgieron nuevas formas derivadas de éstas. Por sus características el contrabajo está más emparentado con la viola da gamba.

Por su gran altura, antiguamente los ejecutantes lo tenían que tocar de pie para poder hacerlo cómodamente aunque, en la actualidad muchos contrabajistas suelen sentarse en el borde de un taburete. En cualquiera de los casos, el contrabajo se apoya en el suelo sobre un vástago ajustable y es sostenido por el cuerpo y la rodilla izquierda del ejecutante.

A pesar de lo que se pode pensar por el tamaño del instrumento, su arco es más corto que el de violines, violas o violonchelos. Además, existe una peculiaridad en la técnica de manejo del arco de contrabajo que lo distingue de los otros instrumentos de cuerda: es un arco que puede empuñarse de la misma forma que el del violín, viola o violonchelo (técnica del arco francés), o también sujetarse como el de la viola da gamba, es decir, con la palma de la mano vuelta hacia arriba.

El contrabajo se afina por cuartas justas. Su sonido es una octava más grave que el del violonchelo y, además, cuando se lee música impresa (para contrabajo) suena una octava más grave que las notas escritas en el pentagrama. Sus cuerdas al aire son Mi, La, Re, Sol (de la grave a la aguda). La afinación de solo, especialmente indicada para la interpretación de algunos de los conciertos del repertorio, consiste en afinar las cuerdas al aire un tono más alto: Fa sostenido, Si, Mi y La (esto se hace normalmente con unas cuerdas diseñadas para ese fin). Existen otros tipos de afinaciones alternativas menos frecuentes como la afinación vienesa (La, Re Fa sostenido La) y también la afinación por quintas. A veces se emplean contrabajos con cinco cuerdas; la quinta cuerda (más grave) se utiliza para obtener el Do o un Si. Algunos contrabajistas, sin embargo, prefieren tener una cuerda más aguda en el contrabajo de cinco cuerdas. El contrabajo también suena en pizzicato más frecuentemente que los otros instrumentos de esta familia. Esto consiste en pulsar las cuerdas directamente con las yemas de los dedos. Esta modalidad de interpretación está especialmente indicada en la música de jazz y otras músicas actuales.
Las cuerdas del contrabajo son tan largas y gruesas que las clavijas de madera empleadas en los otros instrumentos de cuerda no son lo bastante robustas para mantenerlas afinadas correctamente. Así pues, en el contrabajo se utilizan clavijeros metálicos.

Las maderas usadas para la construcción de este instrumento son el arce, la picea, el abeto, pino, cedro y, también se usan con menos frecuencia, el Álamo o la madera de haya. Para la construcción del diapasón se usa ébano, preferentemente, y el palo santo. En los últimos tiempos se han introducido otros tipos de materiales como el grafito y la fibra de carbono.

El empleo del contrabajo en las orquestas clásicas no se generalizó hasta principios de siglo XVII, su sonido potente se escuchaba mejor que el de otros instrumentos de la época, como el clave. La aparición en el siglo XVIII de Monteclaire, Dragonetti, Dittersdorf, Hause, Kempfer, Hindle (célebres intérpretes y compositores), junto a Bottesini y Gouffe, Nanni o Prunner en el siglo XIX o intérpretes del siglo XX como Sergei Koussevitzky, Ludwig Streicher, Antonio García Araque, Antoni Torelló y muchos otros, ha integrado al contrabajo en la élite de los instrumentos de concierto en calidad de solista, demostrando sus enormes posibilidades técnicas y expresivas.


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